jueves, 26 de junio de 2014

LA INCORPORACIÓN DEL USO DE LA TECNOLOGÍA EN LA VIDA DE LAS PERSONAS MAYORES.

Nuestras sociedades están envueltas en un complicado proceso de transformación no planificada que está afectando a la forma como nos organizamos, como trabajamos, como nos relacionamos, como ocupamos nuestro tiempo libre y como aprendemos. Estas transformaciones se refieren al desarrollo de las nuevas tecnologías que nos introducen en la Sociedad de la Información. Como ha apuntado Negroponte (1995:20): "La informática ya no se ocupa de los ordenadores sino de la vida misma". Cambios que nos afectan a todos, también a las personas mayores.
Paralelamente, asistimos a lo que se ha dado en llamar la “revolución silenciosa”, debido al descenso de la natalidad y al aumento de la esperanza de vida, el envejecimiento ha experimentado un progresivo crecimiento. Al mismo tiempo, las personas mayores son cada días más activas. La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2002) habla del concepto de “envejecimiento activo” que revierte los esfuerzos hacia el mantenimiento de la independencia y la capacidad funcional al máximo posible.
Esta situación es especialmente llamativa en España, donde este grupo de edad crecerá en porcentajes muy superiores al resto de la población. A modo de ejemplo, el grupo de 85 y más años crecerá un 80% en los próximos veinte años, mientras que el de 20 a 34 años perderá casi un tercio de sus efectivos (IMSERSO, 2002). La cifra de mayores ha aumentado siete veces en el siglo XX, mientras que el total de nuestra población nacional se ha doblado (INE 2001).
En suma, “revolución tecnológica” y “revolución demográfica” constituyen dos procesos que caracterizan nuestra sociedad actual y que además se han producido de manera simultánea y rápida en el tiempo. La cuestión que nos planteamos es la siguiente: ¿Cómo podemos ayudar los educadores para que la revolución tecnológica influya de manera activa en las personas mayores contribuyendo a mejorar su calidad de vida?.
De momento, nos preocupan los datos estadísticos (Fundación Auna, 2004) que ponen de manifiesto que los mayores utilizan la tecnología en menor grado que el resto de la población, lo que está provocando que vayan quedando rezagados de la Sociedad de la Información. Las personas mayores constituyen un colectivo con una gran disponibilidad de tiempo libre, que podrían sacar un gran provecho, a través del manejo de las nuevas tecnologías, con la formación adecuada y, en muchos casos, las adaptaciones necesarias para sus uso.
La afirmación del Dr. Rojas Marcos (2003) supone un enorme reto para los educadores que trabajan con personas mayores: “Los avances de la medicina, las nuevas tecnologías de la información, las nuevas formas de entender los derechos y las responsabilidades sociales, han transformado la situación de las personas mayores en nuestra sociedad. Hoy en día las personas mayores viven más años, gozan de mejor salud y participan activamente en la vida de su entorno con actuaciones que contribuyen a la mejora de la sociedad: impulsan actividades intergeneracionales, intervienen en proyectos de voluntariado y aprenden a utilizar las nuevas tecnologías para comunicarse con el mundo”.
APRENDIZAJE A LO LARGO DE LA VIDA DE LAS PERSONAS MAYORES
Hay algunos fenómenos que han hecho del aprendizaje no una elección sino una obligación. Aspin, Chapman, Hatton y Sawano (2001: XIX), editores del International Handbook of Lifelong Learning comentan: "Estamos viviendo en una nueva era en la que las demandas son tan complejas, tan multivariadas y tan cambiantes que la única manera que seremos capaces de sobrevivir es mediante el compromiso con un proceso de aprendizaje individual, colectivo y global a lo largo de nuestra vida y para todos nosotros".
Una característica del Aprendizaje a lo Largo de la Vida, y que desde mi punto de vista lo hace sumamente interesante, es que entiende que TODOS podemos aprender, y que el aprendizaje no tiene por qué estar limitado a ningún colectivo en particular ni a ninguna edad.
La necesidad de aprender a lo largo de toda la vida se ha convertido en un lema cotidiano. Zabalza (2000: 165) habla de que hemos convertido "la agradable experiencia de aprender algo nuevo cada día, en un inexcusable principio de supervivencia". En otro tiempo uno se formaba para toda una vida, hoy día nos pasamos la vida formándonos.
Sin embargo, nuestra sociedad construye y difunde estereotipos negativos que devalúan el proceso natural de envejecimiento y por lo tanto, las posibilidades que éste colectivo tiene para seguir aprendiendo. Por ejemplo, el estereotipo acerca de las limitaciones de las personas mayores genera cierta actitud negativa ante un posible crecimiento personal en el uso de las tecnologías de la información y la comunicación. Se tiende a pensar que las personas mayores no se llevan muy bien con las nuevas tecnologías y utilizan bastante poco las que ya tienen en casa y parece ser que dos de las explicaciones a esas reticencias son: la complejidad y el desconocimiento o falta de información sobre cómo funcionan. Casi todas las personas de edad avanzada son vulnerables a estos prejuicios. Pero nos podemos preguntar, ¿a quien de nosotros no nos ha sucedido los mismo al empezar a utilizar un ordenador o Internet?.
En nuestra opinión, las personas mayores –como todos- se comportan como se espera de ellas. Muchas optan por evadir todo tipo de actividades gratificantes y placenteras, aunque estén en condiciones de gozarlas, juzgándolas contrarias a las convenciones sociales. Se produce la llamada profecía autocumplida que, a su vez, reproduce el llamado efecto Mateo. Es un efecto que los sociólogos vienen utilizando para expresar el proceso a través del cual los que más tienen, cada vez tienen más, y los que menos, cada vez tienen menos.

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